Voy a quedar tirada en el piso vomintando palabras.
Escupiendo recuerdos (mareados)
incrustaciones pesadas que se infiltran en los días.
Decirle a mi cuerpo que cruce la puerta y deje de esperar.
Tantas baldosas empantanadas que todavía no aprendí a saltar.
No sé jugar este ajedrez y me hundo nerviosa,
cuando creo tener una buena estrategia.
Desesperar es poner la canción una y otra y otra vez…
Y me sentí tan estúpida
cuando me dejaste hablando sola,
creyendo que por fín era dueña de una respuesta.
Quedarme sentada olvidándome
que fuí yo quién hizo tanto escándalo escribiéndote;
clavando imágenes en mi cabeza,
instantáneas de conversaciones metafóricas
que voy a olvidar imbécilmente al otro día.
Haciendo de cuenta que te estoy descubriendo,
cuando me sé de memoria el pliegue de tu arruga al sonreír.
Demasiada coordinación para escucharte
y al mismo tiempo adivinar,
cuantos pelos llegan a tu ombligo.
Siempre fuiste bueno para meterte en cada rima.
Siempre esa forma de mirarme que me hace sentir
tan brillantemente indecente, hermosa y perdida,
tan torpemente desprolija,
tan incoherentemente feliz cuando te hago reír.
Y mis zapatos quisieran bailar para vos cuando nos cruzamos,
pero sólo puedo odiarlos por temblar.