Incorpóreos pasos.
Movimientos erráticos.
Y una simpatía que cruje.
¿pensaste que no me daba cuenta?
¿pensaste que estaba con la razón embriagada como para no ver?
Hace mucho tiempo que lustro mi coraza.
Acostumbrate a verme brillar ,
porque nunca más voy a confiarte mis miedos.
Sos como un charco enorme,
que me ayudó a darme cuenta de lo alto que puedo saltar.
De lo fuerte que puedo ser para sobreponerme a tu mugre.
Un abrazo gélido que me estorba la sangre.
No importa cuanto me sonrías, yo sólo te veo los dientes.
Por suerte, el viento corre más rápido acá arriba.
Y cada vez que te acercás, más me alejo sin esfuerzo.
Certezas matutinas navegan en mi té.
Aprendí a desayunar realidades.

Un sinfín de verdades acenchando mi puerta. Como el viento que trae la lluvia.
Trozos de ramas esparcidas en el comedor que me hacen tropezar.
Encandilo siempre con los mismos pensamientos y no encuentro la forma de inhumarlos.
Verdades crueles, colgadas como cuadros que no quiero ver, mientras vuelo a través de la ventana, jugando a crear anagramas con la realidad.
Hizo falta volcar el vaso para que el vino me ensucie y darme cuenta…
Las cosas nunca más van a ser iguales, conexiones que se rompieron hace años, lazos oxidados, perdidos en el recuerdo.
Un recuerdo obsoleto, la idea de un recuerdo, de alguien que ya no soy, que nunca conocieron.
Un desquicio noble e infantil de creer y esperar sin respuestas.
Lo incondicional: una efímera ilusión, una palabra hueca de razones.
¿ para qué tanta fé? Cicatrices que no se inmolan bajo esta piel, que siguen ahí, mirándome.
Esperando no sé que pulsión.
Acumulo un par de montículos de certezas que me gritan cuando le paso por al lado.
Es inevitable el ruido.
Ya es tiempo de escuchar.

Y un irrefrenable impulso de tapar el sol.
Viento estúpido: agitar las hojas va a hacer que
finalmente todas terminen en el suelo.
Romper la ilusión.
Escupir las palabras.
Idiota de mí, ni siquiera me atrevo a gritar,
todavía tengo miedo de elevar demasiado la voz.
Todavía busco una aprobación inclusive cuando quiero
olvidarme del mundo.
¿De qué se ríe la gente? ¿de que sirve aprender a esperar?
Todos terminamos solos.
Cuando me mirás ¿me vés?
Un ritmo desafortunado.
Una rutina patética y molesta que se mete en mis zapatos.
Y creo que si me enterrara a mi mísma
mis gusanos seguirían bailando en el espacio de mi mente.
Una simple osadía, un exquisito impás.
¿Qué va a pasar con todas esas pesadillas cuando yo no esté?
El agua turbia que me quiere tocar en los sueños
seguirá corriendo o por fín me va a tragar?
Esas casas oscuras, grandes y terribles
¿seguirán allí o se inmolarán?
¿Y que va a pasar con todo lo que te dije?
¿Lo vas a olvidar? ¿Vas a olvidar que creía en vos?
¿Que va a pasar con toda esa confusión que sentía
cuando me hablabás?
Estoy cansada.
Quiero un momento sin sonidos ni ahujas.

Como el sol.
Y ese perfume que empieza a marearme
desde que te veo llegar.
No hay ruidos en mi cabeza, ni miedos,
ni esa tendencia mía a hacer desprolijo todo.
No sé por qué me apropié de la certeza
que me podés hacer brillar.
Me dás algo que nadie puede ver.
El impulso para elevarme, algo secreto
que conservo en mis dedos.
Ya no me importan las palabras, las excusas,
ni las razones.

Valió la pena el mareo?
El riesgo de estar al borde de todo.
Degustar el sabor adrenalítico de las horas,
los besos, los excesos, las palabras.
Valió la pena desarmar la coraza?
Una utopía navegando en esperanzas (secretas)
Un gueto de amor enfrascado en ilusiones.
Y ahora el rencor ilumina de nuevo el escenario.
Ibas muy rápido o la música te ensordeció?
Un golpe seco y te imagino el rompecabezas.
Un golpe seco y arriba de nuevo.
Te hizo brillar haber estado cerca de la luz?
O sólo agrandó tus sombras?
Te hizo postergar la soledad o te hizo más frágil?
Esperabas una calma inmediata, la certeza indudable
del resto de los días fluyendo entre el perfume de un abrazo.
Silenciá las heridas con tu locura exquisita.
No extrañes el vértigo, la sensación se esfuma.
No pienses de más.
Yo te miro desde la primera fila.